martes, 25 de agosto de 2015

Si supieras...

Tan solo si supieras, si tuvieras el conocimiento y la sensación que me da cuando te veo tan cerca. Si por lo menos sintieras un por ciento de la revolución mental que me invade al tenerte conmigo. 

Si supieras el nivel de deseo, no de necesidad. La necesidad es mala, es ruin. Es vacía, tonta, inconforme. Es forzada, inconsciente y ciega. El deseo es mejor, es dulce, es excitante, es una inyección mental, física y espiritual de adrenalina infinita. El deseo de ¿qué? 

De besarte, de besarte los labios y morderlos suave y lentamente, disfrutar la sed de amor, disfrutar el movimiento de tus besos, de besarte el rostro, tomarte con una fuerza mínima del cabello y mirar de cerca esos ojos intensos que nunca veo por los nervios. Que nunca veo por cobardía. 

De tocarte, de desnudarnos no hasta hacer el amor, sino hacer el amor hasta desnudarnos. Que lo animal venza a lo afectivo y lo afectivo también disfrute de lo salvaje. De besarte la espalda, de besarte esa piel lisa y perfecta. Tan limpia, tan pura. Tan sensual y tierna al mismo tiempo. De empaparnos de sudor, ese sudor que no pesa, que no duele, que sale y expone la tensión sexual que ha sumergido dentro tanto tiempo. Ese placer de vernos a los ojos hasta llegar al máximo viaje momentáneo del elixir orgásmico. 

De tocar tus piernas, morderlas, acariciar tus brazos. Tan indefensos, tan pequeños y finos. Tan femeninos. 

De que aruñes mi piel cuando la sabana se caiga al suelo. Que me dejes marcado y recordar todo de ti cada vez que vea esa marca, como si se tratara de una marca registrada tuya en mí, porque soy tuyo y eres mía. Y saber eso, y saber que de repente podemos hacer lo que queramos. 

No que yo sea tu dueño, no que sea un vicio emocional y una esclavitud afectiva. Que sea nuestra propia decisión. Que supieras que quiero amanecer contigo, tus virtudes y tus defectos. Llevarte desayuno a la cama cada mañana y cuidarte de todo. 

Si supieras que siempre ha sido así. ¿Has sentido lo mismo?