129 años se dicen fáciles. Algún día se llamó Ciudad Zaragoza, el 15 de octubre de 1925, aprobado por el Congreso de la Unión, el presidente Plutarco Elías Calles bautizó a nuestra ciudad con ese nombre. Zaragoza por Ignacio; aquel guerrero que lideró al ejercito mexicano para culminar con la invasión francesa.
Ahora se llama Tijuana. Han contado las leyendas de boca en boca, durante años y hasta nuestros días, en los cafés del centro y en sus cantinas, que el nombre es por la Tía Juana, esa anciana que sale retratada en tantas pinturas. Otros se lo atribuyen a la familia Argüello, propietarios del Rancho Tía Juana, precisamente, quienes encargaron al ingeniero Ricardo Orozco los primeros planos de la ciudad.
De Tijuana se pueden contar muchas cosas; leyendas, mitos, historias, anécdotas, pasajes y travesías.
Sin ir más lejos y sin tanto choro:
Tijuana es la ciudad donde nací, donde conocí a mi madre por primera vez, donde di mis primeros pasos, donde aprendí a hablar, a escuchar, a ver, a sentir, a llorar, a crecer, a jugar con palos de madera que encontraba en la calle, a saber que mi madre a veces "no tenía dinero" para comprarme un caramelo, un helado o un juguete, que a pesar de que yo veía en su bolso roto un par de billetes, no comprendía que ese efectivo estaba destinado a comprar comida y agua. Donde aprendí que los policías mueren abatidos por la delincuencia, a que las calles están llenas de baches y a recordarle a mamá donde había uno la última vez para que lo esquivara. Donde supe en experiencias tempranas que la barda estaba cada vez más grande porque el país en donde vivían mis hermanos, detrás de la cerca, donde todo era más bonito y limpio, no quería que la gente que llegaba con gorros, cajas de cartón a la espalda y garrafones de agua, intentarán pasar. Aprendí que pasaban por ahí, saltando la malla y no por la aduana porque tenían miedo. Descubrí que Tijuana era el lugar donde muchos de ellos se quedaban atrapados, que algunos sacaron provecho y decidieron hacer familia aquí.
De Tijuana puedo decir más; en esta ciudad he tenido mis mayores miedos; miedo a salir de noche, miedo a salir de día, miedo a los robos, a los asesinatos, a los muertos, a los asaltos. Incluso aprendí a temerle al IVA, que cada vez más hacía que mis padres me compraran menos cosas. Aquí tuve mis primeras desilusiones amorosas, mis primeros engaños, mis primeras desconfianzas y ansiedades. En ella he conocido a grandes amigos, a grandes compañeros de trabajo, a mis vecinos, a mis hermanos mexicanos venidos de todas partes y donde he conocido muchas partes del mundo sin necesidad de viajar físicamente ya que sus pobladores por alguna razón trajeron a Cuba, a Venezuela, a Colombia, a Argentina, a Peru, a Bolivia, a Brazil, a Ecuador, a Haití, a Estados Unidos, a Canadá, a Irlanda, a Francia, a Inglaterra, a Japón, a Korea, a China y a África hasta Tijuana.
En Tijuana di mis primero besos, transmití mis primeros programas de radio, escribí mis primeras columnas y mis novatas entrevistas. En Tijuana he comido mis mejores tacos, mis mejores pizzas y garnachas. En Tijuana me paseo por sus calles de risas y llanto. Una Tijuana feliz por lo bueno y dolida por tanta sangre derramada.
En Tijuana vivo. En Tijuana sonrío y protesto. En Tijuana estudié y corregí mis infortunios. Lo sigo haciendo. En Tijuana camino, leo, bailo, sueño y me despierto. En Tijuana tomo café, en Tijuana camino con mi novia, la abrazo, la tomo del rostro y la observo. Ella es de Sonora, pero la conocí aquí.
Tijuana, es fuerte, es bella, es feliz.
Tijuana...te amo.
Autor: Jonathan Hayashi
Tijuana...
Ti...
juana...
ana...
na...
a...
a, b, c, d, e, f, g, h, i, j, k, l, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, w, x, y, z.
Todo inicia y acaba en Tijuana.