miércoles, 11 de julio de 2018

Calles de risas y llanto.

129 años se dicen fáciles. Algún día se llamó Ciudad Zaragoza, el 15 de octubre de 1925, aprobado por el Congreso de la Unión, el presidente Plutarco Elías Calles bautizó a nuestra ciudad con ese nombre. Zaragoza por Ignacio; aquel guerrero que lideró al ejercito mexicano para culminar con la invasión francesa. 

Ahora se llama Tijuana. Han contado las leyendas de boca en boca, durante años y hasta nuestros días, en los cafés del centro y en sus cantinas, que el nombre es por la Tía Juana, esa anciana que sale retratada en tantas pinturas. Otros se lo atribuyen a la familia Argüello, propietarios del Rancho Tía Juana, precisamente, quienes encargaron al ingeniero Ricardo Orozco los primeros planos de la ciudad. 

De Tijuana se pueden contar muchas cosas; leyendas, mitos, historias, anécdotas, pasajes y travesías. 

Sin ir más lejos y sin tanto choro: 

Tijuana es la ciudad donde nací, donde conocí a mi madre por primera vez, donde di mis primeros pasos, donde aprendí a hablar, a escuchar, a ver, a sentir, a llorar, a crecer, a jugar con palos de madera que encontraba en la calle, a saber que mi madre a veces "no tenía dinero" para comprarme un caramelo, un helado o un juguete, que a pesar de que yo veía en su bolso roto un par de billetes, no comprendía que ese efectivo estaba destinado a comprar comida y agua. Donde aprendí que los policías mueren abatidos por la delincuencia, a que las calles están llenas de baches y a recordarle a mamá donde había uno la última vez para que lo esquivara. Donde supe en experiencias tempranas que la barda estaba cada vez más grande porque el país en donde vivían mis hermanos, detrás de la cerca, donde todo era más bonito y limpio, no quería que la gente que llegaba con gorros, cajas de cartón a la espalda y garrafones de agua, intentarán pasar. Aprendí que pasaban por ahí, saltando la malla y no por la aduana porque tenían miedo. Descubrí que Tijuana era el lugar donde muchos de ellos se quedaban atrapados, que algunos sacaron provecho y decidieron hacer familia aquí. 

De Tijuana puedo decir más; en esta ciudad he tenido mis mayores miedos; miedo a salir de noche, miedo a salir de día, miedo a los robos, a los asesinatos, a los muertos, a los asaltos. Incluso aprendí a temerle al IVA, que cada vez más hacía que mis padres me compraran menos cosas. Aquí tuve mis primeras desilusiones amorosas, mis primeros engaños, mis primeras desconfianzas y ansiedades. En ella he conocido a grandes amigos, a grandes compañeros de trabajo, a mis vecinos, a mis hermanos mexicanos venidos de todas partes y donde he conocido muchas partes del mundo sin necesidad de viajar físicamente ya que sus pobladores por alguna razón trajeron a Cuba, a Venezuela, a Colombia, a Argentina, a Peru, a Bolivia, a Brazil, a Ecuador, a Haití, a Estados Unidos, a Canadá, a Irlanda, a Francia, a Inglaterra, a Japón, a Korea, a China y a África hasta Tijuana.  

En Tijuana di mis primero besos, transmití mis primeros programas de radio, escribí mis primeras columnas y mis novatas entrevistas. En Tijuana he comido mis mejores tacos, mis mejores pizzas y garnachas. En Tijuana me paseo por sus calles de risas y llanto. Una Tijuana feliz por lo bueno y dolida por tanta sangre derramada. 

En Tijuana vivo. En Tijuana sonrío y protesto. En Tijuana estudié y corregí mis infortunios. Lo sigo haciendo. En Tijuana camino, leo, bailo, sueño y me despierto. En Tijuana tomo café, en Tijuana camino con mi novia, la abrazo, la tomo del rostro y la observo. Ella es de Sonora, pero la conocí aquí. 

Tijuana, es fuerte, es bella, es feliz.

Tijuana...te amo. 

                                          Autor: Jonathan Hayashi



Tijuana...

Ti...

juana...

ana...

na...

a...

a, b, c, d, e, f, g, h, i, j, k, l, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, w, x, y, z. 

Todo inicia y acaba en Tijuana. 

martes, 10 de julio de 2018

Los lectores no somos mejores personas

Definitivamente los lectores no somos mejores personas. Somos quienes somos; somos humanos comunes con una dosis de imaginación adicional. Nuestro valor agregado consiste en utilizar el lenguaje como una herramienta que funciona para pasar un mensaje certero o jugar una broma sarcástica en el momento indicado, a la persona perfecta en el contexto correcto. 

Solemos comparar estados de ánimo con las personalidades de aquellos grandes personajes que nos dieron grandes lecciones; Homero, Aureliano Buendía, Artemio Cruz, Juan Preciado, Sherlock Holmes, Thomas Spencer, Daniel Sempere, Randolph Colfax, Atticus Finch, entre tantos otros. Utilizamos la analogía como una técnica de comprensión entre la vida real y la imaginaria; "estás enamorado tanto como Mauricio Babilonia de Remedios, La Bella." 

Confía en mi palabra. Los lectores no somos mejores personas. Somos tal cuales somos. Cuando uno lee comienza a entender la vida con más criterio, con más razón y más empatía. Incluso así para nada somos mejores que nadie. Quien juega un deporte, quien es ágil para el ajedrez o los idiomas tampoco son mejores que nosotros. Somos, si acaso, más cursis, más difíciles, más poetas y solitarios. Acostumbramos a leer en una cafetería, en compañía de un cortado, un latte, un espresso o un americano. A muchos nos gusta leer más en otoño que en cualquier otra época del año; dentro de un espacio bohemio, con un café a la mano, un vaso de agua, una copa de vino, música de fondo, viendo las gotas cristalinas de lluvia recorriendo la superficie transparente de las ventanas, con las nubes grises de fondo. 

Cuando caminamos no podemos evitar esperar a que la señal de "avance" en un crucero cambie a color verde para proceder con nuestro camino, a pesar de que la gran mayoría haya cruzado la calle para tan solo quedar varados en el medio de la banqueta intermedia. Entonces cuando el pequeño caminante lleno de luz cambia por la mano en alto de color roja, caminas con tu libro en la mano y quien está al otro lado del cristal del auto en espera, sabe que tienes una buena razón para avanzar en el tiempo adecuado. Sabe que no eres mejor persona que él, que ella o que otros. Sabe que tan solo eres un lector. Y los lectores tienen la maña de imitar los ejemplos de los buenos escritores, de sus creaciones, de sus textos. 

Los lectores no somos mejores personas; si acaso somos más ñoñas, no más listas pero si más concentradas en los detalles que otros ignoran. Es normal que un lector siempre coloque como prioridad al libro por encima de la filmación que se estrenó con un guión adaptado de la obra que leyó o está leyendo. Somos muy molestos; inclusive entre nosotros mismos no nos entendemos. Debatimos, llevamos a cabo tertulias con café, bourbon y cerveza oscura. Somos irremediablemente poco austeros cuando de comprar obras literarias se trata. Preferimos quedarnos sin comer una tarde y comprar el nuevo libro de Emmanuel Carrier o Paul Auster. Comparamos casas editoriales, sellos narrativos, precios, prosas, traducciones, ediciones, versiones, ilustraciones...

Somos acosadores de nuestros autores favoritos. Correteamos sus firmas, una fotografía y en algunos casos, una entrevista. Los lectores no somos para nada mejores personas. Los lectores somos...eso, lectores. Perdemos el tiempo, para muchos, en leer palabras escritas por alguien más. Leemos la mente ajena, la otredad, la empatía real o ficticia, leemos la naturaleza, el arte, el sexo, el amor, las caras, la sangre, leemos todo y nada. 


                                          Fuente: Web 


Los lectores realmente lectores nunca se creerán mejor que otros, ni más intelectuales, ni más astutos, ni más responsables, ni más auténticos ni más acertados. Los verdaderos lectores no nos comparamos con nadie. Solo leemos, aprendemos, nos educamos, nos informamos y entretenemos a nuestra manera.

Los lectores viajamos sin más boleto que la creatividad, la ensoñación, la esperanza y la locura. Podemos volar, transportarnos a castillos de magia y hechicería, a grandes campos de batalla, a  violentas guerras y comunidades llenas de ogros, enanos y caballeros. Los lectores somos quienes somos. Y nos sentimos orgullosos de eso. Los lectores leemos lo que queremos, cuando queremos y como queremos. No juzgamos ni nos gusta ser juzgados. 

Si eres un lector, por favor, evita sentirte ofendido. No eres mejor que otro humano solo por el hecho de leer. No eres más listo ni más exitoso. Eres, contundentemente, un ser extraordinario que sabe grandes secretos fantásticos. Compártelos y siembra más lectores. 

Si no acostumbras a leer, ¿sabes?, nunca es tarde para ser un lector. No es obligatorio, ni fundamental. ¡Que no te engañen! No es indispensable ni mejor que otra actividad. No todo el tiempo es divertido leer. No serás mejor. Solo serás...lector. Y si me preguntas, te diría que ser lector, es lo mejor que me ha pasado en la vida.

No soy mejor persona, pero soy más feliz. Y eso me basta. Te deseo buena vida, y buenas lecturas. 


"No leer, es vivir a medias."

- Juan Villoro 

sábado, 7 de julio de 2018

Pan Dulce

Me gusta verla dormir. Cuando duerme sus párpados se mueven ligeramente en cada encuentro onírico. Si sueña con agua sus piernas se mueven agitando la pesadez líquida de una alberca llena o de un mar inmenso. 

Sus pestañas son como pequeñas olas en descanso y sus labios un tanto resecos, no pierden el color rosado. Su respiración es controlada y, consciente o no, sus manos abrazan mi cuerpo tibio junto al de ella. Como recordando que esa noche se acostó en mi compañía y confiando en que todavía mi ser se encuentre junto a ella al amanecer. Eso; confianza. 

Me gustan sus ojos, se lo he dicho ya muchas veces. Tiene ojos color ocaso en el mar, color vainilla, color maple, color noche bohemia con trova de fondo y whisky bourbon en la garganta bajo un cielo frío y una fogata cálida en el medio mientras nos abrazamos viendo las estrellas para encontrarles formas mitológicas, narrativas, poéticas. Color todo y nada. Color color, color vida, color muerte, color pastizal de rancho, de bosque, de selva, color desierto, color inicio, color fin.

Lo que más me gusta es verla comer pan dulce. El día que la observé por primera vez en tal ritual matutino olor a café colombiano y almendras con miel y naranja, se embarró con harina y azúcar alrededor de la boca. Me dio mucha gracia ya que justo en ese instante me dijo "que buen pan". Ambos soltamos una risa controlada y fresca.

Además canta de lo más bonito. Tiene una voz muy dulce.

    Fuente: Web

Me hubiera gustado ser poeta para tener una parte más interesante. A ella le gustan los poetas. Ella dice que le gusto, que le gusta verme leer, verme coordinar mi club de lectura, verme hacer deporte y estar conmigo. Me dice muchas cosas más. Y cuando alguien que representa para ti el amor más genuino te ofrece las dulces palabras que ella me obsequia cada día, no hay otra opción mas que sentirte agradecido, aprender a creer, a confiar y a ser feliz. No hacer de la pareja tu "todo", sino de aprender a compartir con quien sonríes más las cosas lindas de la vida, los retos, los temores, los objetivos alcanzados. De saber que no la necesitas, sino que las has elegido.  Y ella a ti.

De poder caminar con ella y ver el paisaje, a tomar un cortado, a esperar mientras elige un accesorio, unos zapatos, a no sentir ansiedad por que ella te espera a ti mientras escoges un libro, a tomarla de la mano y sentirte orgulloso de estar a su lado. Me gusta mucho que me guste. Me han dicho que tengo que ser realista, que no todo dura para siempre. Pero me siento seguro haciendo mi mejor esfuerzo a diario; de disfrutar el viaje. No es sencillo, pero vale la pena al máximo. Y sí, es algo cursi. Tenemos que quitarle la parte fea al sentimentalismo. Un humano que no siente, no vive; sería en definitiva, un zombi.