jueves, 15 de febrero de 2018

Otra vez

Ayer camine por la noche
con la intención de buscarte en las luces de
las ventanas de los altos edificios.
Pensé que si no estabas a mi lado estarías en el cielo.
Pero te busqué en las estrellas y no encontré rastro de
tu piel ni de tu aliento sabor maple.

Juraría que pude observar tu silueta en el onceavo piso
de la Torre Siete pero estaba equivocado. No eras ella.
Ella era bonita pero tu eres encantadora y tierna. Eres el proyecto
escapado de Dios, de la naturaleza y de los universos.

Llegué a lo alto de una colina de pasto y tierra y observé
los autos pequeñísimos de la vía rápida. Y esos ojitos rojos
me recordaron a tus mejillas al ruborizarse
cuando te digo que te ves adorable.

Me quedé ahí horas observando a la gente yendo a sus casas,
a sus moteles con sus amantes, a sus Iglesias con sus oraciones.
Mientras yo estaba ido pensando en ti.
Bobo.

Porque solo pienso en ti en los amaneceres y en los ocasos,
durante el día pienso en otras banalidades.

Pero siempre a las 5:55 p.m. llego a esta colina y pienso en ti
y luego me sumerjo en lo onírico de mis realidades falsas y lloro
y lloro y lloro.

Veo las luces de las casitas
y de los autos
pero no puedo ver la luz de tus ojos.
Ven a otro, y ese otro a otra, y esa otra a otro u otra
y otra y otra y otro y el otro es una maldición que hemos
sido todos alguna vez en la vida.
En esta y puede que en la otra.
Otra vez.